2014/05/07

FERRAN ETA YANNICK

Bajábamos de pasar una dura noche en el Campo 2 (7.400 m). Yannick había puesto la tienda justo al final de la cuerda fija, unos diez minutos por debajo de nosotros, pero a una nada desdeñable distancia lineal, y nunca a la vista. No es momento de explicar tantos detalles, pero el caso es que nos quedamos el australiano Ralph Schweizer y yo a ayudar a Yannick a bajar durante 5 horas por un terreno complicado y bajo un tiempo horroroso hasta el Campo 1, después que por la mañana presentara síntomas evidentes de edema cerebral. Tras ofrecerle la medicación, iniciamos el descenso hacia las 10 h. No podía sostenerse en pie ni dar dos pasos seguidos, y él mismo se dio cuenta de la gravedad de la situación, de la que, tumbado en la tienda, no era tan consciente. El recorrido era el peor para un rescate, buena parte en diagonales, por terreno mixto, no vertical, con cientos de escalones y pasos verticales cortos. Lo bajábamos estirado, de culo, de lado… él colaboraba como podía. Ralph y yo creo que formamos un buen equipo: exhaustos los dos sin haber comido ni bebido casi nada en las últimas 24 y sin haber dormido ni 5 minutos y todavía con falta de aclimatación, enseguida nos coordinamos bastante bien. Animábamos a Yannick constantemente, que a pesar de las continuas pausas necesarias seguía bastante consciente, y obedecía a nuestras reiteradas y a veces airadas indicaciones. Hacia las 12:30 llegamos al final del ventisquero intermedio y Yannick parecía estable, quiero decir que no había mejorado mucho, pero tampoco empeorado, y a todo eso, me esperanzaba mucho el hecho de que en ese punto tomaron el relevo los sherpas de diferentes agencias (Himalayan Guides, Seven Summits e Himlayan Ascent). En contacto por radio con el doctor Joe, de Himalayan Experience, que estaba en el campo base, y con Chris Warner en el Campo 1 (6.700 m), íbamos coordinando el rescate. Nos quedaba por bajar el último muro de roca. El rescate se ralentizó y el tiempo comenzó a ser infernal y yo no podía dejar de tiritar por el frío y el desgaste. Pero hacia las 15 h llegamos al punto donde Chris Warner, Dan Jenkins y Lakbah nos esperaban con oxígeno y una camilla, por encima del Campo 1 (6.700 m). Al llegar, me abracé a Chris, antiguo amigo y simpático americano. Y también me fundí en un fuerte y emocionado abrazo con Ralph, un abrazo que nunca olvidaré: lo dimos todo, lo mejor de nosotros y creo que aquel 2 de mayo viví una de las experiencias más duras de mi vida como alpinista. Nada es comparable a las miradas que intercambiamos con Yannick. Nada es comparable al esfuerzo que hicimos metro a metro para bajarlo. Ni ningún paso de escalada extremo en roca, ni ningún paso mixto que haya solucionado, ni ningún metro de nieve blanda que haya tenido que abrir. Nada es, ni nunca será, comparable a cada paso que dimos los tres juntos hacia abajo. Tristemente, en algún punto entre el Campo 1 y el CB Yannick dijo basta. Todavía no me hago a la idea, y siento un cierto desasosiego con mis decisiones y mi actuación. Y me siento como el médico que no puedo salvar la vida de un paciente. Y es así como hoy, dos días después, me acechan todas las dudas y todos los reproches.

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