2008/06/19

MI EVEREST

Hay fotos que a todos nos marcan. Que te sugieren cosas que no aparecen en ellas, que te transportan muy lejos. En mi caso una de esas fotos me transporto hace ya muchos años lejos y muy muy alto, a lo mas alto de este planeta; a la cima del Chomolugma (en la lengua Nepalí) o como más tarde se le denominó y hoy en día se le conoce en el mundo occidental, al Everest. En ella aparece un pequeño hombre levantando tres banderas: la de la ONU, la Nepalí y la de Inglaterra. Ese hombre era el serpa Tenzing Norgay, que momentos antes había echo cumbre junto a un alto, desgarbado y desconocido Neocelandés llamado Edmund Hillary. Juntos en ese momento, entraron en el mundo de los inmortales, juntos, dos mundos totalmente diferentes se habían unido para alcanzar un de los logros alpinísticos y sociales más importantes de una época. Juntos, esos dos hombres marcaron a todos los alpinistas de ese tiempo y del futuro.
Hoy cincuenta y pico años más tarde, puedo decir, que yo también estuve en ese trozo del mundo que sale de la atmósfera para entrar estratosfera, pero que no fue hasta unos días más tarde cuando empecé a saborear un sueño por fin conseguido. Que el colega con el que siempre he escalado, el que luego estuvo todo el rato allí, a mi lado, no dejándome dormirme durante la bajada y yo, habíamos conseguido estar en la cima del mundo. Y que como Hillary, lo habíamos conseguido gracias a un serpa: Migma. En cambio, de lo que si me acordaba y saboreaba en todo momento, según iba transcurriendo la escalada, era de los lugares que todo alpinista tiene grabado en su memoria; el balcón, la cima sur, el escalón Hillary…y como aquellos dos hombres, pertenecientes a dos mundos totalmente diferentes, gracias a su tenacidad, a la de sus compañeros y a todos lo que les precedieron habían conseguido estar más cerca del cielo de lo que nadie había estado nunca.

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