2017/06/27
2017/06/14
2017/06/06
2017/06/05
2017/06/01
José Carlos Tamayo y Juanra Madariaga, tras regresar del Manaslu.
Juanra Madariaga (Bilbao, 1962) y José Carlos
Tamayo (Sestao, 1958) llegaron a Katmandú el 3 de abril con varias ideas en la
mochila: hollar el Manaslu (8.163 metros), realizar exploración por la zona
para coronar vías poco transitadas y dedicar la cima a Mikel Goñi, un niño de
Laukariz de 11 años que tiene el síndrome de Dravet, una enfermedad rara y
farmacorresistente, de la que solamente hay tres casos en Euskadi. Un mes
después, la climatología no les dejó asaltar la cumbre ni, casi, trabajar en
altura. “Es una decepción, que quizás sea un paso atrás para coger impulso”,
revelan los componentes de la cordada.
“El Manaslu es una montaña que se suele hacer
en otoño. Muchas agencias, viendo que el Cho Oyu en su vertiente tibetana está
teniendo muchos problemas por el tema de los permisos, están intentando hacer
una montaña para esos meses. De este modo, en primavera no suele ir gente”,
destacan los expedicionarios. De este modo, desgranan que “el reto era hacerlo
en esta época porque sabemos que en otoño hay muchos montañeros y muchos
sherpas. Eso, para coleccionistas de cimas, puede estar bien, pero no nos
atraía”. Así, al alcanzar el Campo Base se encontraron con que “no había casi
nadie”. “Hemos estado partiéndonos el pecho para trabajar las rutas”,
sostienen. “Sí que había dos sherpas con dos clientes que nos dijeron desde el
principio que no iban a intentar hollar porque en primavera hay mucha nieve y
mal tiempo”, argumentan. Después, “nos dimos de bruces con eso”.
“De
veintitantos días en el Campo Base, solamente hemos podido trabajar en altura
seis o siete. El Manaslu tiene una climatología muy particular, que nos ha dado
pocas posibilidades de hacer nada. Ha nevado casi todos los días. A medida que
lo intentábamos, nos dábamos de cara con la realidad”, desbrozan Madariaga y
Tamayo. El ochomil no les abrió la puerta. Así, han regresado “decepcionados”.
“No creíamos que era una cumbre muy difícil, aunque en altura también hay zonas
complicadas que no hemos podido catar. No hemos podido ascender a partir de los
6.500. Nos hemos llevado un par de sopapos”, analizan.
Tal y como desbrozan, Madariaga y Tamayo
comenzaron con buen pie la expedición. “Plantamos el Campo 1 bastante pronto y
llegamos a pensar que todo nos iría rodado, pero no fue así. Perdimos ciento y
pico metros de cuerda que, literalmente, desaparecieron, tuvimos que palear dos
horas para desenterrar el C1 y perdimos las señales de bambú del camino. Acabas
desmoralizándote y pensamos en guardar un poco de motivación para regresar en
2018”, concretan los vizcainos. De cualquier modo, la climatología ha sido un
lastre en el Himalaya. “La famosa corriente de El Niño parece que tiene
consecuencias globales”, advierte el tándem, que se encontró un CB con más de
metro y medio de nieve y las puyas enterradas.
La pena que les queda a Madariaga y a Tamayo
es no haber sacado la camiseta de apoyo a Mikel Goñi y a la fundación Desafía
Dravet en el techo del Manaslu. “No hemos cerrado la puerta y seguimos con la
ilusión de hacer un ochomil con esa camiseta. Ojalá sea el próximo año”,
finalizan los montañeros.
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